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miércoles, 16 de agosto de 2017

Un viaje a Nueva York: Los chinos y su barrio, la zapatilla rota, la boina a rosca y el concierto.


Miércoles, 19 de octubre de 2016

Esta noche no he oído los coros callejeros ni al solista que me acompaña así que ha sido buen comienzo.

Autobús y al sur a ver otras cosas y casas, que todo no van a ser rascacielos. Empezamos con NOLITA (llamado así por estar al norte del barrio italiano - NOrth LITtle ITAly-), y luego con el SOHO (SOuth HOuston), que tienen un nombre muy sugerente, y que simplemente son dos barrios que muestran que existe vida normal más allá de los rascacielos, con calles a la europea, acogedoras y amables.



El resto de la visita matutina se dividió entre el barrio italiano (lo que queda de él, poco más que una calle) y el chino, en el que no me vais a encontrar si un día me pierdo. Los puestos de venta de productos supuestamente alimenticios me han causado un cierto trauma con sus olores y apariencias que me reafirman en mi deseo de no pisar el país de origen de semejantes costumbres que, aunque para ellos sean normales, atentan contra mis gustos. Una pequeña anécdota: en una pescadería se cayeron al suelo dos peces vivos de gran tamaño, mostrando la frescura del género y, ante la imposibilidad de cogerlos a mano, el pescadero cogió una maza de albañil y los descogotó a ambos. Seguidamente los arrastró a patadas detrás del mostrador, quiero pensar, aunque creo que equivocadamente, que con destino a la basura. Hasta ese momento yo pensaba que lo del pez martillo tenía otro origen. A la hora de comer, la decisión entre pato o pizza no fue difícil.





Por la tarde unas compras con algo de regateo en el barrio chino y un amago de compra de falsificaciones digno de una película de mafiosos que se quedó en eso por la desconfianza hacia los sujetos.

Después, cruce de ida y vuelta del puente de Brooklyn, a pesar de mi zapatilla, que resultó un paseo y unas vistas del distrito financiero de lo más agradable.





Lo de la zapatilla es cuento aparte: al empezar a cruzar el puente se me desprendió la suela de la zapatilla derecha, que se iba moviendo como la lengua de un perro acalorado haciendo difícil el caminar. Pero hete aquí que había una COMPAÑERA (con mayúsculas) a la que recurrí, tras identificarme como colega, para pedirle un trozo de cinta de balizamiento para atarme el empeine a la suela al estilo “Martínez Soria” y como no tenía, se le ocurrió quitarse una goma del pelo para hacer la misma función, salvándome el resto de la tarde.


Le di un parche de brazo y una hombrera de los uniformes de Burgos como agradecimiento y me regaló su pulsera que parece que es típica en NY aunque con mi desastroso nivel de inglés tengo que reconocer que no me enteré de la explicación. Le quise dar unas hombreras de oficial y subinspector y las rechazó PARA QUE SE LAS DIERA A OTROS COMPAÑEROS, que ella tenía suficiente y quería darle la oportunidad a otros coleccionistas.



Luego a recoger a Sara a su trabajo en una supermultinacional, donde nos enseñó parte de las instalaciones. Allí se produjo el momento "boina a rosca" del día cuando fui a los baños y, al lavarme las manos, vi dos dispensadores con la etiqueta "Listerine" de unos 4 y 2 litros y pensé que los trabajadores no iban a tener mal aliento todo el día y que debían de ser unas muestras de prueba como jabón desinfectante. Me eché una dosis y me extrañó la sensación líquida y el olor tan logrado al enjuague bucal, lo que me hizo mirar la etiqueta para confirmar mi temor: me estaba lavando las manos con el famoso enjuague.



Al salir del baño, Sara, más lista que las ardillas, se dio cuenta de mi sonrisa gilipollas y preguntó... Una delicia ver cómo lloraba de la risa al escuchar el relato del lavado y el razonamiento del enjuague y el jabón. Cuando lo cuente mañana a sus compañeros se van a matar por conocer al payaso de su tío.

Para finalizar el día, Don José nos ha invitado a cenar (medio bien, que todo hay que contarlo) en un antro, el “WHA?”, en el que cantaron cuando empezaban Jimmy Hendrix y Bob Dylan (sí, el premio Nobel), y en el que hoy tocaba un grupo de nombre ignoto que lo ha hecho fantásticamente bien y con el que hemos disfrutado mucho, especialmente con un cantante colaborador, un tal Robin Andre.


  

Vuelta en Taxi amarillo, que no todo va a ser autobús y hay que probarlos, que también son típicos de NY.

Ahora a dormir algunos y a escribir otros.

Hasta mañana.
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P.D.: Por si alguno de mis lectores tiene la curiosidad de conocer a Robin Andre, aquí dejo un enlace a su canal de Youtube para que pueda ver sus vídeos: